Estaba previsto como el plan estrella del verano y, sin duda, así ha sido y, además, con toda seguridad el comienzo de planes que vendrán más adelante.
Durante el mes de agosto los mensajes por teléfono ya iban configurando el plan a realizar. Finalmente hubo dos grupos. El grupo 1 pasaría dos noches en la cueva recorriendo salas y realizando reposiciones de cuerdas fijas y algún otro arreglo de instalaciones hasta Río Viscoso con entrada y salida por la boca artificial. Estaban Pedro Guillén, Ángel Guillén, Dani García y Pedrito de GAEM que era el anfitrión del plan.
El grupo 2 realizaría la travesía, en fijo, desde Torca la Sima a la boca artificial de Gándara y, además, haría una nueva instalación y cambiaría algunas cuerdas fijas. Al día siguiente entraría para desinstalar. Aquí estaban Pepe, Alicia, Guille, Miguel y para desinstalar se uniría Azahara.
Nos alojamos en el albergue la Casa del Espeleólogo de Iván Vicente en Arredondo. Cuando llegamos el viernes nos encontramos con bastantes conocidos en el bar del Pueblo, a la espera de que Iván nos abriese el albergue.
El sábado por la mañana salimos hacia la boca de Torca la Sima, en Sierra Helguera. La noche anterior Iván nos dio unas indicaciones sobre la instalación que nos vinieron de maravilla.
Después de aparcar el coche en el cruce de caminos, preparamos el material en las sacas, aunque ya estaba todo preparado lo volvimos a ordenar en sacas según el orden de entrada, para facilitar la instalación. Esto nos llevó más tiempo de lo previsto. Cuando estaba todo en orden comenzamos la marcha, cinco sacas para cuatro personas.
Teníamos las coordenadas pero no la ruta exacta de acceso. Al comienzo todo bien, siguiendo los caminos del lugar, pero en los últimos metros comenzaron las dudas – A ver por aquí… – a ver por allá… El asunto es que con cinco sacas y un calor poco usual en la zona nos quedamos un poco… pues eso, que acabamos parando y Guille se dio un garbeo con la brújula y el GPS y en un rato tenía localizada la boca. Después pudimos hacer el track exacto para llegar y es de lo más cómodo: entre 15 y 20 minutos desde el coche dependiendo del peso que lleves encima.
Una vez en la boca tomamos un poco de aire a la sombra de los árboles y comenzamos a decidir el ataque, aunque Iván Vicente nos había dejado claro que el mejor sitio para llegar a la cabecera de los franceses era la cara este, no pudimos dejar de dar una vueltecilla para inspeccionar otras posibilidades.
El acceso al pozo es impresionante: una dolina llena de vegetación y árboles que acaba en la boca del impresionante pozo de 155 metros, el aire frío que salía a ráfagas hizo que no dudásemos en ponernos el forro polar además de la camiseta térmica.
Con el primer seguro en una de las hayas del este de la boca, Guille tomó los mandos para la nueva instalación. Y, ya con la Hilti, hizo una primera inspección (Como fuimos viendo durante el descenso, la instalación de los franceses es exquisita) cuando puso las primeras chapas en los primeros spit y se aseguró, Pepe bajó para ayudarle a decidir la nueva cabecera con cadena inox. Comenzó a cantar la Hilti, y Alicia y yo (Miguel) pensábamos que estaban taladrando medio monte por el tiempo que estuvo sonando. Efectivamente el taladro no iba con la contundencia esperada.
Todo el proceso continuó alargándose en el tiempo más de lo previsto y la lentitud con Hilti y el tiempo necesario en decidir los mejores lugares de instalación hizo que nos replantearamos el plan: Instalaríamos la sima en fijo e iríamos inspeccionando para en una nueva acometida hacer una instalación de primer orden.
Con esta idea Guille continuó la instalación por la ruta francesa combinando spit y parabolt, Pepe le seguía de cerca ayudándole con el material y, finalmente, Miguel y Alicia cerrando el grupo. A pesar de usar la instalación francesa también nos alargamos en la bajada. Al no haber nada instalado, buscar los spit o los espárragos para las chapas no era tan fácil, la roca es de una negrura preciosa, húmeda, limpia, sin barro.
La luz de la boca entra hasta muchos metros abajo, lo que da al pozo una belleza peculiar. Poco a poco ganábamos profundidad entre comentarios sobre la instalación y la belleza del pozo. Cuando se puso la segunda cuerda de 100 metros nos dimos cuenta la profundidad que ganábamos ya que al ver la luz que sigue entrando por la boca las distancias no son fáciles de calcular.
Una de las últimas tiradas, de 30 metros en volado, ayuda a ver la magnitud de donde te encuentras, da tiempo a pensar, a reflexionar, a temblar, a admirar, a contemplar, a disfrutar, a maravillarte, … en el viaje de regreso (ya en el coche) Pepe y yo buscábamos un adjetivo para el conjunto del pozo: sobrecogedor es el que más nos gustó, pero cuando paséis por allí coincidiréis conmigo en que es difícil de concretar.
Ya en la base, la Sala de los Espejos, las frases de exclamación sobre la grandiosidad de lo que teníamos sobre nuestras cabezas se sucedían una tras otra. Desde el lado norte se ven los arboles del exterior. Los restos de alguna vaca o caballo dejan constancia de la necesidad del vallado de la torca.
Después de un rato de descanso (habíamos estado varias horas colgados) y reponer fuerzas, continuamos con la travesía con la ayuda de un texto de nuestros amigos burgaleses. Un pequeño resalte y luego un descenso nos llevan una trepada que, tras unos metros, nos deja en el comienzo de lo que, según nuestros datos, era un P40 con peligro de caída de piedras. Ahora sabemos que es un P65 en tres sectores: R4, P17, y P44.
Pepe se hizo cargo de la instalación. Como he comentado, los pocos datos de que disponíamos nos hablaban de un peligroso pozo por los bloques sueltos: efectivamente si se baja por donde “te pide” el pozo los bloques sueltos son muy peligrosos por posibles caídas. Pero el pasamanos descendente de los franceses es la ruta segura a seguir.
El pasamanos comienza en horizontal y, de pronto, Pepe no encontraba los seguros, por lo que comenzó el descenso, al ver que había posibles roces si continuaba miró de nuevo y vio que la continuación estaba unos metros por encima: el pasamanos es descendente, cambio de aparatos y para arriba.
Continuando la línea diagonal de descenso fueron apareciendo los siguientes spits. A los pocos metros la pared desaparece y tras un volado de unos metros pones los pies en una repisa y comienza lo que parece un “nuevo pozo” en continuidad, es el P44 que termina en la Sala de los Flujos después de un volado en sus últimos metros.
En ese momento Pepe ve que la cuerda de 65 metros que estamos usando para bajar (lo que pensábamos que era un P40) no llega al fondo. Menos mal que teníamos material para imprevistos y pudimos continuar con otra cuerda. Los comentarios sobre el P40 os los podéis imaginar, finalmente calculamos que sería un P70 (es un P65) para hacer con una cuerda de 100. Una vez instalado llegamos todos a la base del pozo, la sala de los flujos, donde un pequeño curso de agua se pierde a derecha e izquierda.
Siguiendo el curso de agua izquierdo en la pared izquierda comienza la instalación del P10 que nos lleva a la zona de la Diaclasa de Unión. Tras un pequeño pasamanos, ayudándose de la técnica de oposición, Pepe instala el pozo con una “Y” a dos paredes. Enseguida estamos todos abajo.
A continuación leemos el correo de nuestros amigos burgaleses un par de veces, hemos llegado a la zona de la estrechez. Alicia pasa como si nada (¿por qué será?) y Guille para pasar se quita el arnés de pecho, que aún llevaba cargado a tope y yo paso con algunos incómodos enganchones en los aparatos. Pepe mientras observaba una posible trepada para evitar el paso estrecho y hablaba de que no era para tanto… personalmente prefiero hacer el gusano bien apretado que intentar esa trepada y su posterior descenso. Finalmente Pepe desistió y se quitó también el abultado arnés de pecho para facilitar el paso un poco costoso.
Pocos metros después vemos una cuerda ascendente donde se aprecia un flujo de aire, el E4 que nos lleva a la Diaclasa de Unión. Guille es el primero, y tras el ascenso nos advierte para que nos apartemos: hay mucha piedra suelta y la subida continúa por una diaclasa ascendente donde (sin soltar puño y croll) seguimos la cuerda instalada, y menos mal, porque el riesgo de resbalón por las piedras es alto. Una vez fuera el peligro de las piedras Guille nos indica que continuemos subiendo. Se avanza sin dificultad por una estrecha diaclasa donde un bloque empotrado bloquea el paso, después de sortearlo por debajo con bastante dificultad, Pepe, que cerraba el grupo, escoge la mejor opción: por arriba.
Pocos metros después un estrecho R3 lo descendemos con cuidado. Dada su estrechez y los resaltes que tiene hay que tener cuidado por la limitación de movilidad. Bajamos Guille, yo (Miguel) y Alicia. Al llegar Pepe ve una chapa e instala un pingo de cuerda para bajar con el stop con la cuerda en “C”.
Justo después está el lugar de acceso al recorrido habitual de Gándara. Si seguimos rectos agachados por la gatera llegaremos al P32 que va a la Sala del Ángel. En nuestro caso tomamos un pequeño acceso a la izquierda en la parte baja, a pocos metros del R3. Allí pusimos un hito y unas balizas porque es fácil pasárselo.
Al cruzar, Alicia reconoce los bloques que llevan al P32 por el recorrido habitual. Gran alegría en el grupo. Las distancias para llegar aquí son menores de lo que aparentaba en el papel y ya estamos en zona conocida.
Con la tranquilidad que da saber dónde se encuentra uno continuamos el recorrido llegando a la galería previa al laminador, un lugar cómodo para estirarse un poco mientras caminas, porque enseguida llegamos al Delator que nos obliga a ir en cuclillas o de rodillas a ratos durante un buen rato. No por ello pierde su encanto la cueva, a pesar del cansancio acumulado, las formaciones que nos encontramos al paso nos alegran la vista. A ratos el paso se encuentra marcado con hilo fluorescente y así, poco a poco, avanzamos por el laminador hasta encontrar con sorpresa ¡una lata de cerveza sin abrir! La marca “Mercadona” delata que han sido los del Grupo 2: Qué majos estos chicos… Pues sí muy majos porque nos han hecho sonreir, pero la lata estaba vacía. Al día siguiente, nos contó Dani que, por un golpe, se hizo un agujerito y al perder su valioso contenido nos la dejaron de recuerdo y para sacar, como hicieron, a la salida.
Continuamos hasta salir por un paso estrecho a la altura de la cabeza para llegar a una gran sala (Sala del Fisco) amplia y muy bonita. Allí aprovechamos para descansar un poco, surtirnos de agua y comer algo.
Siguiendo por zona balizada casi todo el resto del recorrido llegamos al pasamanos del Oso (P49), comentamos que no le vendría mal un seguro en lo que para nosotros es el final porque sigue habiendo un desfonde a pocos metros de soltar el pasamanos.
Subiendo por el derrumbe de bloques se adivina la pequeña boca de Gándara. A la salida gran alegría y foto de rigor. Estamos cansados pero muy contentos: ha sido una gran travesía. Nos ponemos en Contacto con Azahara para darle noticias de nuestra salida y proponerla que vaya encendiendo las brasas para el chuleting que nos espera. Y de nuevo gran alegría, ya está la carne asada y le dará un calentón mientras llegamos. Después de ponernos algo más cómodo vamos a por el otro coche y al llegar al albergue encontramos allí bastante gente que ayuda a pasar una grata velada comentando la jornada.
Al día siguiente tocaba recuperar el material. Guille y Alicia volvían a casa y entrábamos de nuevo Pepe yo, con Azahara que por motivos de trabajo había llegado la tarde anterior.
Aunque la travesía no requiere gran estado de forma, el cansancio de la instalación se nota, y ya por la noche habíamos decidido bajar de nuevo por Torca la Sima y al llegar abajo volver a subir desinstalando en lugar de hacer la travesía completa al revés, muy a pesar de Azahara que venía con mono de cuevas.
Incluso el momento de entrar se nos hace cuesta arriba y retrasamos la entrada todo lo que podemos, Azahara se porta bastante bien (eternamente agradecido) y respeta nuestro cansancio.
Comenzada la tarde llegamos de nuevo a la boca de Torca la Sima, Pepe comienza el descenso seguido de Azahara y un poco más retrasado bajo yo. La bajada sin prisa, disfrutando del pozo, revisando la instalación y con una agradable conversación entre Pepe y Azahara que van bastante juntos. Una vez abajo, al P65 de la Sala de los Flujos sólo bajan Pepe y Azahara. Desde allí Pepe comienza la desinstalación del último P10 sin bajarlo y a continuación el P65. Especialmente latoso es el pasamanos descendente.
Una vez en la Sala de los Espejos repartimos las sacas a subir. Primero Azahara con una saca, luego Pepe y finalmente yo desinstalaría la segunda cuerda del pozo. Al tener una tirada muy limpia habíamos decidido recoger la primera cuerda de 100 desde la boca de entrada.
Poco a poco fuimos ascendiendo hasta llegar a la cadena de la primera cabecera. Allí Pepe dejó un mosquetón e instalo otra cuerda desde el árbol del comienzo de la instalación. Me aseguré y Pepe y Azahara subieron la cuerda a través del mosquetón en muy poco tiempo.
La salida desde la cabecera a la zona de vegetales es un poco “extraña” y cuesta un poco. Cuando nos reunimos los tres estaba “bastante perjudicado” no sé si por la saca con la cuerda de 100 o por el tiempo que me llevó deshacer todos los nudos de la primera cuerda para ensacarla limpiamente.
Me quedo con la imagen al ver a Pepe y Azahara mientras salía entre la hierba y helechos, recortados con la luz sus propios frontales, con una bruma que daba la humedad de la fina lluvia que caía desde una hora antes (cuando salió Azahara). Eran las 21:30 aproximadamente. Evidentemente los tiempos nada tuvieron que ver con el día anterior. Habíamos invertido cinco horas (Azahara cuatro) sin prisas y con el cansancio acumulado. Creo recordar que el descenso fue una hora y media.
Después de recuperar fuerzas comenzamos el camino hacia el coche. La noche con la fina lluvia estaba especialmente bonita a la luz de los frontales (aunque nos estábamos calando por el roce de los helechos). Cuando ya estábamos en el camino nos pareció ver unas luces de coches “será Dani” comentó Azahara… y metros después vemos con alegría que así era. Se había acercado a esperarnos. Gran alegría para todos. Volvimos al albergue y durante la cena comentamos ambos planes que habían salido redondos… o casi jeje, y ya empezábamos a pensar en el próximo.