Clasificación de dificultad en cavidades: 2


Siempre ha resultado muy complejo, y francamente subjetivo, llegar a un acuerdo sobre si una cavidad es más difícil que otra. Intervienen multitud de factores y, cada uno de nosotros, los sopesamos de una forma diferente.

Pero, antes de ponernos a hablar sobre cómo valorar la dificultad de un recorrido subterráneo, tenemos que responder a esta pregunta: ¿Para qué sirve saber que cavidad es más difícil?

El debate sobre la dificultad de una cueva se podría quedar en una simple conversación de barra de bar entre dos espeleólogos brabucones que compiten por ver quien ha hecho la cueva más difícil. En este caso, responder a la pregunta aportaría muy poco.

Sin embargo, existe un motivo mucho más relevante para querer valorar de la forma más objetiva posible la dificultad de un recorrido espeleológico. Conocer su dificultad me permite valorar si mi grupo, o yo mismo, estaremos preparados para una determinada actividad.

Si infravaloras la complejidad de una cueva, no te preocupes, que la realidad te pondrá en tu sitio muy rápido y de una forma muy desagradable.

Minusvalorar la dificultad de una actividad nos puede llevar a pasar 40 horas en una cueva sin tenerlo previsto (me pregunto dónde habré oído eso); o tener que improvisar un vivac que no esperabas (algo he oído…); verte sobrepasado por agotamiento (la principal causa de rescates), o lo que es peor, acabar en un accidente.

En otros deportes, como la escalada deportiva o el descenso de cañones, es muy habitual hablar de grado de dificultad. Con pocas palabras, si escucho que una vía de escalada es un 8C, a la primera tengo perfectamente claro que es algo impensable para mí. Lo mismo con la clasificación de dificultad en barrancos.

Sin embargo, en espeleología, la gran mayoría de nosotros seguimos utilizando el sistema “fulanito dice que esta cueva es muy difícil”. Con todo lo subjetivo que trae consigo.

Ahora viene el reto de intentar convertir en parámetros objetivos y medibles la complejidad de un recorrido subterráneo.

Hay muchos factores que pueden influir en la dificultad o exigencia de una actividad. Algunos son objetivos como el tamaño de la cavidad, dimensiones de las estrecheces, existencia o no de verticales, la complejidad de la instalación, etcétera. Otros aspectos dependen enormemente de nuestras características personales o simplemente de la ruta que elijamos dentro del sistema.

Aunque haya podido pasar desapercibido al pequeño gran público espeleológico, el Real Decreto 64/2010, de 29 de enero, por el que se establece el título de Técnico Deportivo en Espeleología y se fijan sus enseñanzas mínimas y los requisitos de acceso incluye una clasificación de dificultad.

Este Real Decreto, en su anexo I “Clasificación de las cavidades” establece una Tabla de dificultades, que podemos ver a continuación:

Si lo utilizásemos a diario entenderíamos que, por ejemplo:

  • una cavidad turística es clase 1, y puede entrar cualquiera;

  • una cueva como la mayoría de las del Karst de Tamajón o un paseo por el sector de entrada de la cueva del Tornero, son clase 2. Se pueden recorrer caminando y es suficiente con ir acompañado de un espeleólogo con un mínimo de experiencia;

  • La sima de las Majadillas pasaría a ser una cavidad de clase 3, ya que el acceso requiere utilizar material y técnicas de progresión vertical;

  • La gran mayoría de simas “potentes” de la zona centro, como Juan Herranz I o II, son cavidades de clase 4. Aquí es imprescindible que todo el mundo sea autónomo en progresión vertical.

  • Travesías como Tonio-Cañuela son una cavidad de clase 5; Además de ser autónomo, es necesaria mucha más soltura en todas las técnicas de progresión horizontal o vertical.

  • Las grandes travesías o simas solo aptas para gente muy experimentada, como la mítica Cueto-Coventosa o La piedra de San Martín, serían cavidades de clase 6.

Esta clasificación es francamente útil, y solo puedo felicitar a quienes hiciesen este trabajo. Reconozco que no habría sabido hacerlo así de bien. Pero, como todo, no es perfecta, y un simple número no es suficiente para indicar la complejidad de una actividad. Es normal, el real decreto no buscaba definir la dificultad de las cavidades sino que está orientado a la formación que debe tener un técnico deportivo en espeleología. Y para eso, cumple su función.

Sin embargo, si tratamos de utilizar este Real Decreto para clasificar dificultades, “se nos queda corto”. Sigue habiendo un componente subjetivo importante, y actividades muy diferentes se ven incluidas en las dos últimas categorías (clase 5 y 6).

Por ejemplo, si nos fijamos en la descripción de las cavidades de clase 5:

  • ¿Qué es un laminador de longitud considerable?

  • ¿Todos los curso hídricos activos son igual de complicados?

  • ¿Cómo diferencio un destrepe “expuesto” de uno “muy expuesto”?

  • ¿Sólo por tener un pasamanos, la sima Juan Herranz I tiene la misma dificultad que una travesía como Tonio-Cañuela?

Con esta clasificación, es relativamente fácil establecer una gradación de dificultad en las cavidades de iniciación (clases 1 a 4). Sin embargo, en las categorías 5 y 6 se comprimen dificultades muy variables.

Evidentemente no es lo mismo recorrer Tibia-Fresca, en Cantabria, (totalmente en seco, con grandes verticales, pero casi todo cabeceras cómodas, y que se recorre en 10 horas…) que hacer la travesía T1-Santa Elena, en Huesca, (con verticales mucho más complejas, con un curso activo de agua muy fría, estrecheces variadas, fuertes corrientes de aire gélido, y que requiere unas 15 horas mucho más intensas).

No tiene nada que ver descender el sumidero de Mata Asnos, que hacer una travesía de 15 horas en Cantabria. Sin embargo de acuerdo con el Real Decreto, las dos son cavidades de clase 5.

Además, una misma cavidad puede tener diferentes recorridos y cada uno de ellos estará en una clase de dificultad distinta. Pensemos en la cueva del Tornero. Recorrer el sector de entrada es un paseo a pie, si vamos en estiaje, en seco y sin estrecheces ni verticales (clase 2). Sin embargo, adentrarnos en las galerías más profundas, superando estrecheces y sifones, convierten esta segunda opción en un recorrido de clase 5.

Por otro lado, cada persona afrontamos los obstáculos de una forma diferente (otra vez el componente subjetivo), y todos tenemos nuestros puntos fuertes y nuestros puntos débiles. No es lo mismo una gatera estrecha para alguien de 1,50m y 45kg que para un chicarrón de 1,90m y 120kg. Lo mismo con los cursos de agua, verticales, etc. Y no todos somos igual de hábiles pasando desfondes, laminadores, pasamanos…

La duración de la actividad es una dificultad en sí misma. No tiene nada que ver afrontar cualquier estrechez, remontada, paso de bloques, etc. cuando acabas de entrar en cavidad que cuando llevas 15 horas arrastrando la saca por una cueva.

En este sentido, no se debe olvidar el esfuerzo añadido de la aproximación y regreso hasta los coches o refugio. Siempre supone desnivel adicional y más horas de actividad, que nos desgastan; a veces más de lo que esperamos.

Otro aspecto a valorar en un recorrido subterráneo es el riesgo. En otras disciplinas, como alpinismo o descenso de cañones, se habla del compromiso de una actividad. Es decir, del riesgo que se asume durante una actividad. El riesgo lo consideraremos una combinación de la probabilidad de accidente y la severidad (las consecuencias) del mismo:

  • Evidentemente, es más arriesgado bajar un pozo donde la caída de piedras es constante que otro totalmente limpio (menos probabilidad de accidente).

  • No se afronta igual una cavidad que nunca puede inundarse que otra que se puede inundar con una tormenta de verano (el accidente sería más grave).

  • No es lo mismo tener un rescate asegurado en pocos minutos, que saber que el rescate más cercano está a más de 24 horas. O que simplemente, es inviable extraer a alguien en camilla.

En la mayoría de los casos, una actividad de “compromiso elevado” nos llevará a ser más conservadores y asumir menos riesgos.

¿Cómo asumir menos riesgos? Reduciendo la probabilidad de accidente o reduciendo sus consecuencias. Normalmente tendremos muy poco margen de maniobra para reducir las consecuencias. Los tiempos de rescate serán los que marque la topografía de la cavidad y hay poco que se pueda hacer para reducirlos. Podemos hacer muy poco para minimizar las consecuencias del impacto de una piedra en un pozo, o de una crecida dentro de una cavidad.

Sin embargo, tendremos más éxito a la hora de la probabilidad de accidente jugando con los factores que están a nuestra mano. Mejorar nuestro nivel técnico y preparación física nos ayudarán a cometer menos errores, aumentarán nuestro margen antes de caer en el agotamiento. Una correcta planificación de la actividad nos llevará a elegir la mejor estrategia, horarios, equipo, evitar épocas de mayor riesgo…

Tratando de resumir. Valorar la dificultad de una actividad espeleológica requiere al menos analizarla en tres áreas:

  • Dificultad técnica: Conforme al Anexo I del Real Decreto 64/2010. Es guía muy buena, pero es insuficiente.

  • Exigencia física (y mental): La duración estimada, distancia y desnivel recorridos nos ayudan a medirlos en parámetros objetivos, pero es insuficiente.

  • Otros aspectos: dificultad de orientación, “amabilidad” u “hostilidad” de la cavidad (temperatura en la cavidad, posibilidad de vivac, número de puntos de abastecimiento de agua), dificultad de progresión (aquí la relación entre longitud, desnivel y duración nos puede dar alguna pista), tipos de dificultades a superar, posibles problemas de ventilación y bajos niveles de oxígeno y el nivel de riesgo que asumimos ante un rescate… Nos completan la imagen de a qué nos enfrentamos.

Ojala fuera tan sencillo como meter todos eso valores en una coctelera y que nos diese una cifra en una escala de uno a diez. Pero todavía no hemos encontrado la fórmula. Porque no hay dos espeleólogos iguales, y porque aún tenemos que darle muchas vueltas a cómo medimos dificultades.

Seguirá habiendo un punto subjetivo, especialmente en el cajón de sastre que hemos llamado “otros aspectos”, ya que cada uno afrontamos de una forma estas dificultades. Algunos tenemos nuestro punto débil en el frío, otros en las estrecheces, otros en la orientación…

Sin embargo, valorar los aspectos anteriores, es francamente más objetivo que el método “me han dicho que es una cueva muy complicada”. Y sobre todo, creemos que sirve mejor al objetivo de informar al espeleólogo de cómo de exigente es la actividad que pretende realizar.

Por eso, en este club hemos optado por establecer un método de valoración de dificultad en recorridos espeleológicos. Es un método imperfecto y con muchas limitaciones, pero menos da una piedra.

Poco a poco iremos actualizando la información de nuestra web para incluir una tabla como esta en la descripción de cada cavidad que permita de un vistazo rápido valorar la dificultad de cada actividad.

Para cada itinerario valorado, la tabla dará información en tres bloques.

  • Dificultad técnica: Valorada según el anexo I del RD 64/2021.

  • Esfuerzo físico: Valorado en duración estimada, recorrido horizontal y desnivel.

  • Principales dificultades: Este apartado señalará los obstáculos más relevantes a la hora de realizar el recorrido. En lo posible se utilizarán palabras clave (cavidad fría, o muy fría, acuática, orientación compleja…). Estas palabras clave estarán definidas en el método para que siempre representen el mismo tipo de dificultad.

Sigue habiendo un componente subjetivo, sobre todo en el último apartado. Esto hace que el método tenga sus debilidades, pero por ahora no se nos ha ocurrido nada mejor y agradeceremos cualquier propuesta que sirva para mejorarlo.

El método completo está disponible aqui.

Como ejemplo, se señalan algunos posibles itinerarios en el sistema Cueto-Coventosa.

Itinerario Dificultad técnica

 

(Según RD 64/2010)

Duración

 

(horas estimadas)

Recorrido horizontal

 

(en Km)

Desnivel

 

(descenso / ascenso)

Principales dificultades
Coventosa-sala de los fantasmas Clase 3 6 h 0,5km -10/+10m
Cueto-Coventosa (ruta normal) Clase 6 1h (A) + 24h 1km (A) + 4 Km +300 (A)

-815/+20m

Acuática, inundable, no retorno, grandes verticales, pozos regados (con lluvias), expuesta, estrecheces, inundable (con lluvias), vivac (opcional)
Corzo-Coventosa Clase 6 2h(A) + 28h + 6 (V) 1km (A) + 4,5 km +300 (A)

-600m/+20m

Acuática, inundable, no retorno, en fijo, grandes verticales, pozos regados (con lluvias), expuesta, estrecheces prolongadas, inundable (con lluvias), instalación precaria, rescate comprometido, vivac
Según Método de valoración de dificultad en recorridos espeleológicos (V1, 2025) del Espeleoclub Viana

 

 

 


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