Manoli Rodríguez
En septiembre de 2016 un numeroso grupo de nuestro club, junto con tres miembros de Abismo hicimos esta bonita travesía. Algunos de nosotros nos quedamos con ganas de repetirla ya que las travesías con agua nos gustan mucho. Durante los meses de verano en algunos tramos no hay agua, por lo que se convierte en una cavidad bastante atlética y deportiva.
El permiso para realizar la actividad debe pedirse con bastante tiempo y solo permiten la entrada a un grupo de 20 personas; es por ello que Pedro lo solicitó en enero para organizar la travesía aprovechando el puente de agosto.
El sábado 17 era el día que elegimos para entrar. Al tratarse de un grupo numeroso, y que a algunos no nos importaba madrugar, hicimos dos grupos. En el nuestro estaba la familia Guillén casi al completo (Pedro, Saúl, Ester, Marina, Ángel y su hijo, Ángel), Javier Yélamos y su sobrino Roberto, Álvaro y yo, Manoli.
Dejamos nuestro coche en la salida del Gato y subimos en tres coches a la entrada de Hundidero. Descendimos por la senda y por las escaleras que conducen hacia la cueva y, ahí estaba la enorme grieta que se abre para dar paso a las entrañas de la tierra. La entrada es espectacular y aunque la hayas visto alguna vez más, siempre te sorprende.
Justo antes de la entrada nos encontramos un pozo, y como si de una profecía se tratase, su nivel de agua nos indica “las penurias” que nos ocasionarán los largos tramos sin agua con el neopreno puesto y el barrizal pegajoso en el que te quedas atrapado.
Aprovechamos el fresco que nos ofrece la gran entrada para vestirnos con el modelo “espéleo-faja acuática” y empezamos a desfilar embutidos en nuestros neoprenos descendiendo la rampa seca que trascurre entre piedras y bloques hasta que llegamos al primer destrepe. Previo a este primer rápel, hay una pequeña marmita en la que algunos nos refrescamos mientras esperábamos el descenso. Nos deslizamos por la cuerda y nos sumergimos en El Primer Lago, tal como su nombre indica. A partir de ahí se van sucediendo algunas trepadas entre lagos y marmitas hasta llegar al Pasamanos del Embudo equipado con cadenas.
Continuamos la travesía y empezamos a ver los restos de pasarelas, enormes y oxidados clavos, cables y cuerdas viejas colgantes…que confieren a la travesía un aspecto tétrico y fantasmagórico. No puedes evitar pensar e imaginarte el esfuerzo que supuso a los antiguos trabajadores de la presa, realizar toda esta titánica obra.
Seguimos destrepando y nadando, y tras cruzar El Lago Negro destrepamos el rápel de 15m. Seguimos avanzando entre pasos inundados y realizando trepadas y destrepes hasta llegar al viscoso Lago del Barro. Continuamos con la misma dinámica y nos topamos con el espectacular pasaje de Los Órganos y su bonita formación de 15m de altura. Esta parte de la travesía es muy bonita.
Cuando llegamos a la Sala de los Gours, decidimos parar para comer algo y aprovechamos para ver con detenimiento las cascadas de calcita que la forman.
Con las energías renovadas nos enfrentamos al tramo más penoso de la cavidad, La galería de la Ciénaga. Este tramo de 70m, cuando no hay agua, se convierte en una especie de trampa atrapadora de espeleólogos, en la que igual que en el concurso de Humor Amarillo, se pone a prueba la enorme paciencia de los sufridos espeleólogos. Por fin, una vez liberadas nuestras piernas de la ciénaga comedora de gente, proseguimos con nuestra actividad. Atravesamos la Plaza de Toros y continuamos avanzando, para sumergirnos en los largos lagos. Tras el Salto del Ángel,( que se llama así, no penséis que a uno de los “dos angelitos” que llevamos se le fue la pinza y se puso a dar saltos como un poseso), llegamos a la interminable Galería del Aburrimiento. Empezamos su recorrido sudando como pollos y sufriendo los rigores del neopreno durante casi una hora por zonas en las que el agua brilla por su ausencia, tal y como nos anunció el vacío pozo de la entrada a la cueva. Aquí nos juntamos con el otro grupo e hicimos juntos el resto del camino. Una vez que llegamos a La Sala de las Dunas, paramos a comer y a hidratarnos un rato. De nuevo en marcha, atravesamos La Galería de las Cabras. Ya estábamos cerca de la salida y de volver a refrescarnos en las frías aguas de las pozas que conectan con el río y que tras sortear los grandes bloques cubiertos por un musgo resbaladizo, nos conducen a la salida. Surgimos del interior de la cueva emergiendo del agua, ante la atónita mirada de los bañistas que tranquilamente se refrescan en las gélidas aguas de la poza que precede a la entrada de la cueva de El Gato.
“La mejor parte de la Espéleo no es llegar a la salida, sino todas las cosas maravillosas que vives con los compañeros durante la travesía”.