MANOLI RODRÍGUEZ
Transcurrían los días y tras el parón del verano el cuerpo exigía a gritos que le maltratásemos en alguna cueva “lóbrega” y oscura. Unos meses atrás pensamos en repetir la cueva de Vallina para que en esta ocasión pudiera venir Ali, así es que “el señor Paco” propuso buscar un finde de septiembre para subir a Asón. La idea era llegar más allá de la Sala Pin y bajar al río Rioja.
Nos llevamos una grata sorpresa cuando supimos que también Dani se apuntaba.
¡Ya teníamos plan y un grupo estupendo! así es que quedamos el viernes 15 de septiembre en el albergue Coventosa para cenar y pasar una velada estupenda hablando de lo que más nos gusta, la Espéleo y organizar la salida del día siguiente.
Quedamos temprano y mientras dábamos cuenta de un desayuno estupendo matizamos los detalles de la incursión en la cueva.
Salimos en dos coches hacia el parking de la Vallina y nos alegramos mucho al comprobar que hacía un día estupendo, ya que los días anteriores marcaban lluvia intensa durante toda la jornada.
Al llegar, nos enfundamos en nuestros monos rojos y mientras trasteábamos con los trebejos, no pude evitar sentir en el estómago, como en otras tantas veces, ese cosquilleo mezcla de respeto, incertidumbre y “ansia viva” que notamos casi todos antes de adentrarnos en las profundidades de la Tierra.
Para los que no conocéis la Vallina os pondré un poco al día. Esta inmensa cueva discurre a lo largo de unos 32 km convirtiéndose en un laberinto gigante formado por un sinfín de gateras y de galerías, por lo que es muy importante controlar la topo e ir muy pendiente de dónde te metes porque debes regresar por el mismo camino. Normalmente suele hacerse la pequeña travesía de Vallina/Nospotentra, pero nosotros íbamos a entrar por Nospotentra, llegar hasta la Sala Pin, como la última vez que la hicimos y avanzar más. Teníamos curiosidad por ver el río Rioja y bajar el pozo de 30m que nos conduce hasta él.
Descendimos por la empinada “no senda” adornada con toda suerte de raíces trampa, enredaderas traidoras y de tojos pinchosos hasta que llegamos a la pequeña boca de la cueva. Tras superar la estrecha entrada, nos deslizarnos por el destrepe que termina en un angosto agujero. Topo en mano nos encaminamos hacia el P13 que conecta con la corta travesía que os he mencionado antes. Este camino se hace al revés cuando se realiza la travesía y la perspectiva en una cueva tan laberíntica cambia totalmente. La ventaja es que ya lo habíamos hecho una vez y fue más fácil encontrar la sala del P13, pero eso no nos libró de arrastrarnos por las encharcadas y embarradas gateras del principio. Para mayor “disfrute” nuestro, los días anteriores había llovido mucho, por lo que la mayor parte del agua que falta en España, fijo que se había filtrado aquí, de ahí, la pertinaz sequía que sufrimos…jjj.
Por mucho que intentamos no mojarnos y estrujar nuestra imaginación para pasar dignamente esas gateras, no nos sirvió de nada. Y mira que lo intentamos, a cuatro patas, tipo Nuréyeb, plan araña, con la saca en la boca… bueno, eso no, creo que me estoy viniendo arriba… Pues nada, acabamos mojados y con barro hasta en la flora intestinal. En esta ocasión no puedo evitar acordarme de nuestro compañero y gran amigo Pepe, en el que en ese famoso video de las gateras de la SC16 dijo su ya mítica frase “entrégate a la cueva”.
Por supuesto, esto no deja de ser una mera anécdota que no desalienta a un aguerrido espeleólogo, entre otras cosas porque es lo habitual… (momento de reflexión de por qué nos gusta la Espéleo, búsqueda de respuestas…, puesta en común, risas, conclusión: ¡no tenemos remedio!).
Dejamos lo trascendental para volver a nuestra cueva. Seguimos adentrándonos hasta llegar a la famosa figura del dragón. Ali estaba tan impaciente por verla que la confundió con una birria de estalagmita que pendía del techo, eso sí, parecía un dragón. Al toparse con la auténtica, comprendió nuestras risas y las bromas.
Discurríamos animadamente por los pasillos de la Tierra hasta que llegamos al estrecho meandro. Como Ali es una ansiosa, dejamos que entrase primero y nos fuimos restregando por sus paredes. Tiene algunos pasos muy angostos en los que tienes que entrar en simbiosis con las piedras, piedrecitas, picos, piquitos y toda suerte de llamémoslos “elementos naturales puñeteros” que se te enganchan y se acomodan en tu cuerpo para no dejarte avanzar. Aquí se pone a prueba una vez más la pericia del espeleólogo para mover su cuerpo en consonancia con la cueva para subir, ¡ah no! bajar, pues va a ser que no, ¿girar?… ante la cara de cachondeo de sus compañeros. Una vez superado el meandro, con pozo anoréxico descendente, la cueva va adquiriendo unas mayores dimensiones.
Las galerías son ahora más altas y amplias hasta que llegamos al cañón. Lo cruzamos y aprovechamos para cambiar alguna cuerda que estaba vieja.
Continuamos camino y vimos una cuerda, nos pudo la curiosidad y Ali decidió subir para ver por dónde continuaba. Tras subir unos metros nos comentó que había un tramo sin cuerda y que no se podía continuar. Así es que fin de la aventura.
A partir de aquí la cueva adquiere un aspecto distinto, con grandes avenidas y suelo cómodo.
Poco antes de la Avinguda de La Sorra, vimos un sitio cómodo para hacer un descanso y decidimos comer.
De nuevo en marcha y vuelve a sorprendernos la inmensa Avda de La Sorra.
Un poco más adelante el camino ya es desconocido para nosotros. Llegamos a una amplia sala y un corto pasamanos para salvar una trepada que nos hace intuir que tras superarla habremos dado con la cabecera del pozo que desciende al río Rioja.
La base del pozo acaba en un afluente por el que Ali y Dani avanzaron hasta llegar al río Rioja y a partir de aquí ya no es posible continuar sin neopreno.
Llegados a este punto, decidimos volver. Tocaba desandar todo el trayecto.
Cuando salimos todavía había luz y emprendimos el regreso a los coches por la “senda pendia”. Cabe destacar, que esta subida, la habremos hecho tropecientas veces, pues bien, yo creo que cada vez la hacemos por un sitio diferente, en plan “programa jabalí”.
Una vez en el parking, nos quitamos la costra y pusimos rumbo al albergue. ¡Qué bien sienta una cerveza fresquita comentando los mejores momentos y haciendo planes para la “próxima”!
Duchita caliente y cena con los amigos, risas, miradas de complicidad, anécdotas y un sinfín de recuerdos que compartimos. Esos momentos no tienen precio y te hacen sentir que formas parte de un grupo especial a los que no tienes que explicar el por qué nos gusta tanto “esto de la Espéleo”.
“Avanzamos por la oscuridad y contemplamos maravillas…pero lo maravilloso no es contemplarlas, sino compartirlas junto a los buenos amigos”.
Una buena crónica de cómo fue nuestra visita a Vallina.
Buenas, soy Vicente Barraquet, responsable del Grupo Exploración Vallina. Me gusta ver que disfrutáis de el sistema más allá de la travesía. Comentaros un par de cosas, la cuerda que subisteis es una escalada de exploración que se realizó en los años 90 con lo que dicha cuerda, a pesar de parecer nueva, tiene más de 20 años.
Os agradecemos la renovación de alguna cuerda en el cañón, donde tenemos el teleférico para pasar las bombonas de buceo. Agradecemos también que finalizaréis la visita en el río Rioja, dado que en los meses de estiaje desde junio hasta noviembre nuestros espeleosub se encuentran trabajando en el sexto sifón del río Rioja y cualquier pequeño movimiento en el río produce que se enturbia el agua. En este último sifón conocido.
Gracias por vuestro aporte y un saludo