Sima Juan Herranz II


Manoli Rodríguez

Alicia, Álvaro y yo (Manoli) decidimos aprovechar el día y visitar la Juana II. La verdad es que Álvaro y yo le teníamos muchas ganas, así es que cuando Ali nos lo propuso, no dudamos ni un segundo.
Quedamos temprano para que nos diese tiempo a llegar al “súper chuleting”, que al fin y al cabo era el objetivo de ese día. La mañana empezó con lluvia y según el pronóstico del tiempo, la cosa no iba a mejorar; pero no nos arrugamos, ya que esto de la espéleo lo llevamos “en vena” y necesitábamos descender de nuevo al “lado oscuro” de la Tierra.
Cuando llegamos a la Torreta nos encontramos allí con tres compañeros valencianos del Espeleo Club Aldaya (Miguel,Pepelu y Yulia). Tenían pensado bajar también a la Juana II, así es que, les propuse que nosotros podríamos instalarla y ellos se encargarían de su desinstalación, cosa que les pareció bien.
Al poco rato, aparecieron por allí los Guillén al completo. Ángel y Saúl se habían animado a venirse con nosotros, lo que nos alegró mucho. Pedro nos acompañaría solo hasta la boca.

Saúl instalando la cabecera

Saúl decidió montar la primera parte de la sima, hasta los bloques, bajo la atenta mirada de su hermano. Después bajamos Alicia, Álvaro y yo, mientras Pedro observaba como la cavidad iba engullendo poco a poco a sus compañeros.

Álvaro en la «sala de espera»

Disfrutando la bajada

Cuando llegamos a la zona de los bloques, Ángel montó el P27 y bajó para comprobar que las cuerdas fijas estaban puestas para poder realizar la subida sin problemas. A partir de aquí tomó el relevo de instalador y Ali encabezó la expedición por las entrañas de la Tierra.
Cuando llegamos al “pack croqueta + Diaclasa Alicia”, nos sorprendió que la croqueta había perdido gran parte del “rebozado”, pasando a ser ahora un ligero filete empanado. La Diaclasa la pasamos sin pena, ni gloria, pero no pude evitar pensar “¿por qué llevaré tantas cosas en los bolsillos?… cámara de fotos,”kit de supervivencia espeleológica y médica”, batería del frontal…
Seguimos avanzando y por fin llegamos al Pozo del Lago, el cual te sorprende por ser diferente a lo que estás acostumbrado a ver por la zona centro. En esta zona nos alcanzaron los valencianos.
En la base del pozo hicimos la primera reunión y aprovechamos para hidratarnos un poco. Saúl se quitó el casco y lo dejó sobre la gran piedra que te saluda cuando realizas la trepada de salida del pozo. Y aquí comenzó el “expediente X”… El casco se resbaló y cayó al lago con la luz encendida. ¡Bufff! ¡Qué marrón!
En ese momento, nuestros compañeros de Aldaya estaban descendiendo el pozo y comentaron:
_ ¡Cómo se lo montan los de Viana! Tienen montado aquí un dispositivo de luces y lo han encendido para las visitas…
Os podéis imaginar las risas y los comentarios a los que dio lugar dicha observación.
Saúl se dispuso a recuperar su casco, el cual se iba yendo despacito hacia la oquedad por la que el pozo se bebe el agua. Finalmente logró recuperarlo con el consiguiente remojón.
Iniciamos la operación retorno, no sin antes despedirnos de los compañeros de viaje, ellos querían llegar hasta el río, así es que cada uno a lo suyo…
Decidimos que Saúl fuera el primero para que no se quedase frío, después iríamos Ángel, Álvaro, yo y Ali.
Salimos justo a tiempo para la hora de la comida. El resto de la historia ya la sabéis…
Después llegaron nuestros amigos de Aldaya y estuvimos juntos toda la tarde. Lo pasamos genial el resto de la jornada, en la que las risas y los buenos momentos fueron los protagonistas.
Los compañeros de Viana comenzaron a marcharse con la agradable sensación de haberlo pasado bien.
Algunos de nosotros nos quedamos con ganas de juerga, así es que nos fuimos a terminar la jornada a la sima de Alcorón, a lo que se unieron Miguel, Pepelu y Yulia.
Ali y Diego, que no pueden quedarse quietos, estuvieron “enredando” por las alturas, ante la mirada atónita de los visitantes y el cachondeo de algunos de nosotros. Creo que me salieron agujetas en la cara de reírme…
Pero… la tarde se iba acabando y llegaba la inevitable despedida. Con la sonrisa todavía dibujada en la cara nos despedimos de nuestros amigos los valencianos y  emprendimos el regreso a casa. Bueno, algunos dimos “un rodeo” antes de llegar a casa y aún nos sobró tiempo para tomarnos una sangría fresquita con algunas tapas mientras la noche ponía fin a esta divertida “quedada”.

 

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