Hacía ya tiempo que teníamos ganas en Viana de conocer y de hacer la travesía Torca la Sima – Gándara, y este verano nos lanzamos a ello. Ya teníamos en la cabeza la idea de la viabilidad de su reequipación para doble cuerda.
Tras este primer reconocimiento, en el que hicimos la travesía sin problema alguno, fueron más las dudas que nos produjo, que las certezas, pero ya decidimos que esa travesía había que equiparla para doble cuerda.
La FCE, además, la metería dentro de su programa de reequipación de cavidades clásicas, con lo que «miel sobre hojuelas«. Equiparíamos la travesía en su totalidad con tensores químicos.
La primera de las tres expediciones que esta reequipación nos ha costado fue en octubre, un fin de semana estupendo de buen tiempo y de mucho trabajo. Los clubes implicados éramos Abismo y Viana -ambos de Guadalajara-.
Ese fin de semana, Montse, Sergio y Toño de Abismo, y Julián, Fernando Vallecillos (nuestro director y ejecutor de proyecto) y el que os habla nos pegamos una pequeña paliza, pero colocamos cuatro de los cinco descuelgues actuales en el magnífico P155 de entrada de la torca.
Preparativos antes de la aproximación
Fernando montando el 5º descuelgue del P155
Aquella tarde salimos tarde, pero muy contentos porque teníamos el trabajo, por fin reconducido. Ya casi habíamos terminado la reequipación del pozo de entrada, el que más nos preocupaba. Este primer pozo, una de las grandes verticales cántabras, tiene zonas muy descompuestas en su primera mitad, por lo que la instalación debería apartarse de todas ellas. Por otro lado, en su cara norte cuenta con uno de los más espectaculares espejos de falla que he visto nunca.
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Nota:
Espejo de Falla: Estrato duro sobre el que se ha deslizado otro por efectos clástico. En el estrato duro quedan los «reflejos» de las hendiduras producidas por dicho arrastre.
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En nuestra torca la cara del «espejo de falla» es lisa, vertical, extraplomada y de unos 20m de ancha desde su comienzo en superficie, hasta la base del P155.
Pues bien, ahí colocamos las tres primeras cadenas; el punto más seguro del pozo y el más alejado de las zonas descompuestas.
Euforia en la salida por Gándara
Ya en noviembre, y tras haber terminado unos trabajos en la travesía Coterón – Reñada, un nuevo equipo de gente de Viana (Fernando Vallecillos y Dani García) con el inestimable apoyo de Héctor, Miriam y Txandi, acometen un nuevo ataque al P155 de Torca la Sima. Nos pareció «mucho pozo» para «tan poca cadena». Se habían colocado en la primera jornada de trabajo como descuelgues, una cadena Raumer© inox A4 de doble anilla con un tensor químico de apoyo a unos 40 cm de la misma. En esta segunda jornada se une el tensor de apoyo a la cadena Raumer© con una cadena auxiliar inox A2 y dos maillones inox A4. Los descuelgues, ahora a tres anclajes, quedaban mas seguros y garantizados para tres personas.
A las dos semanas, un nuevo equipo mixto acomete el tercer y último ataque. De Viana íbamos Fernando y yo, de Cantabria y el País Vasco Txandi, Hector y Miriam (tres verdaderas máquinas) y de Galicia, Ramón, sin cuya ayuda tampoco hubiéramos podido terminar el trabajo.
Comenzamos por la noche con la ya tradicional velada en la «Casa del Espeleólogo» de Arredondo, el mejor y más económico albergue de la zona. A la mañana siguiente, sin prisas, a la boca de la torca.
Bonito paseo de aproximación a la Torca
Vista de la arboleda que cubre la torca
Parte del equipo de ataque
Héctor y yo comenzaríamos instalando en fijo el primer pozo, Fernando y Miriam pondrían una quinta cadena en el «espejo de falla» y Txandi y Ramón bajarían en doble probando las cabeceras y haciendo por primera vez la travesía «en doble».
Así lo hicimos sin problema alguno, pero como ocurre cuando se reequipa, que se sabe cuando se empieza, pero no cuando se acaba, esto se nos fue un poco de horas y le echamos toda la mañana.
Desde allí fuimos todos directos al E7, para reequiparlo en fijo.
Miriam reequipando el E7
Fernando, con Miriam, explicando el procedimiento de la colocación correcta de un tensor
Tensor correctamente colocado en el E7
La instalación antigua hubo que quitarla, para lo que se utilizó maquinaria pesada: la famosa rotaflex, que en Viana ya es un elemento de progresión más.
Héctor retirando la peligrosa instalación antigua
Desde allí nos dirigimos al P65, dividido por repisas en tres pozos de 4, 17 y 44 metros respectivamente. Este pozo tampoco nos resultó fácil de reequipar por el riesgo de caída de piedras que pudiera conllevar. De hecho se montó en fijo por varias caras, hasta que finalmente se encontró la mejor opción.
Ramón y yo lo montamos en fijo y Miriam y Fernando iban tras nuestros pasos con la maquinaria pesada. Este pozo requiere de un pasamanos en fijo que te aleja de la peligrosa repisa y te coloca en la vertical.
Fernando y Miriam reequipando el pasamanos de acceso al descuelgue del P17
Tras el P17, el P44 (con tres cadenas); desde la base de este último pozo un P10 que ha quedado en fijo, y desde allí, tan solo la «Diaclasa de Unión», en la que nos encontramos que habían retirado las cuerdas del E4+R12, por lo que Ramón tuvo que apretarse una escalada en libre, que no se la salta un gitano. Tras dejar todo en fijo, se reequipó para que también quedara en fijo para el futuro, pero con tensores químicos y cuerda nueva.
Desde allí, tan sólo un estrecho P3, que también dejamos en fijo y … ¡tachán! en la rampa de bloques previa al P32 de la Sala del Ángel de Gándara. La zona de Unión forma una salita en donde Ramón y yo nos comimos un estupendo bocadillo de entrecot calentedo a la llama. El resto del equipo se lo había comido ya en una espera anterior. Parece increible, pero allí nos apretamos un magnífico bocata de entrecot. Quizá el primero comido en Gándara.
Desde allí, tan solo el bonito paseo de vuelta por Gándara.
Paseo de salida por las galerías de Gándara